Dinámica vivencial.
Juan José Lopera Sánchez.
Introducción.
Cuando en el año 1999 fui por primera vez a Israel, en
Jerusalén, me impactó profundamente observar a cientos de personas realizando
sus oraciones, expresando sus pesares, ante el muro de las lamentaciones, el
famoso muro del profeta Jeremías. En su
mayoría judíos, los penitentes del muro, oraban y pedían hablando velozmente y
balanceando sus cabezas y sus cuerpos en una extraña danza cantábile y conmovedora.
En ese momento surgió en mi la idea de utilizar la figura
del muro de las lamentaciones como un ejercicio para expresar lo no dicho y
desbloquear la emocionalidad contenida asociada a esas experiencias
guardadas. ¡Debo reconocer que sus
efectos son profundísimos! Es una
dinámica que genera una profunda catarsis y por tanto, de ser acompañada de una
manera muy sensible y activa por el facilitador, permitiendo la resolución de
los eventos expresados.
Descripción:
A los participantes se les motiva contándoles la historia
del muro de las lamentaciones y diciéndoles que ésta es una oportunidad para
expresar cosas que por temor, por enojo, por falta de oportunidad o
desconocimiento, nunca pudimos expresar.
Secretos, reclamos, rendiciones de cuentas, todo cabe puesto que cada
una de esas cosas no dicha se aloja en nuestras gargantas como piedras en la
molleja de una gallina y… pesan.
Se les explica que con el fin de guardar su intimidad y con
el fin de anular el efecto enjuiciatorio de la mente, aquello que expresarán lo
dirán en un idioma inventado cuyo significado sólo ellos conocen. Deben ponerse en contacto interno con la
situación dolorosa o no expresada y, una vez comience la música y el
facilitador de la instrucción correspondiente, “hablar” de ella en esa lengua
propia, que nadie más comprenderá.
Acto seguido se les pide que en una hoja de papel escriban
el nombre de 5 personas importantes para ellos y que la lean unas cuantas veces
tratando de sintonizarse con conflictos no resueltos… una vez conseguido ésto,
pueden trasladar esa emocionalidad a otras situaciones y escoger, al momento de
comenzar, por donde quieren comenzar.
Como algunas personas se sienten extrañas haciendo ese ejercicio, vale
la pena decirles que al inicio, es válido también que hagan “como si…” lo
estuvieran haciendo con la certeza de que rápidamente, la mente y la
emocionalidad se alinean con el procedimiento y encuentran un vía de expresión
concreta.
A continuación se les pide que se acerquen a la pared y escojan un sitio en el cual se sientan cómodos. Se da comienzo a la música y se les invita a que comiencen con sus palabras a la pared.
A continuación se les pide que se acerquen a la pared y escojan un sitio en el cual se sientan cómodos. Se da comienzo a la música y se les invita a que comiencen con sus palabras a la pared.
El ejercicio debe terminar agradeciendo también al muro,
luego de un pequeño período de transición y en lengua propia, todo aquello que
no hemos agradecido. El facilitador debe
estar muy atento a los ritmos internos del grupo y a los procesos individuales
que se desencadenan para acompañarlos adecuadamente.
Durante todo el ejercicio hay música intensa de naturaleza
emocional. Yo, particularmente, uso el
adagio para cuerdas de Samuel Barber con frecuencia para la primera parte y el
andante de la séptima sinfonía de Beethoven para la segunda.
Es un ejercicio bellísimo que permite resoluciones muy
profundas cuando es llevado y acompañado adecuadamente.
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