jueves, 5 de mayo de 2011

El punto ciego. Conversación con mi hijo de 13 años.


El punto ciego.

by Juan Jose Lopera on Sunday, March 13, 2011 at 4:16pm

Mi hijo de 13 años se ha convertido en un profundo filósofo. El coche y los comentarios abruptos son su medio de expresión más solicitado. Aún recuerdo ese día en el que me dice mirando a lo lejos, como quien no quiere la cosa:

-Papi, ¿sabes cuál es mi filósofo favorito?

-No, dime, ¿cuál es? le respondo, esperando que me diga que es Erich Fromm o Friedrich Nietzsche cuyas lecturas comienzan a aparecer en los programas de estudios de octavo y que, generalmente, impactan a los adolescentes sensibles con sus cuestionamientos y perspectivas.

- Pues Homer Simpson!!, responde, mientras yo estallo en carcajadas y comenzamos a hablar del tema.

- Sí papi, continúa, es que Homer dice tantas cosas sabias y fáciles de entender acerca de la vida que te lo pasas bomba viendo sus programas.

A mi - continuó -me importa mucho el conocimiento de uno mismo. En un libro vi que decían que era muy importante preguntarse uno ¿quién soy? y que si uno consigue responder esa pregunta, se vuelva mucho más tranquilo y contento...

¡Qué interesante!, le dije animándolo para que continuara.

Sabes papi, he comenzado a escribir un diario (en el momento en el que lo mencionó, adiviné una oportunidad maravillosa para profundizar con él en el tema de su identidad más profunda, fundamental, como eje estructural de una vida plena y creativa, asociado con esa pregunta ¿quién soy?, que había llamado su atención).

-Hijo, le dije, ¿sabes que escribir un diario ayuda mucho a conocerse uno mismo? Al ir escribiendo para uno mismo y privadamente, lo que uno siente o piensa, uno es muy sincero y así se da cuenta de muchas cosas de si mismo, de lo que verdaderamente quiere, siente o piensa y que no le cuenta a otros fácilmente. Me alegra mucho que lo estés haciendo.

- Bueno papi (responde con ese tono de cuestionamiento y suficiencia que le caracteriza), eso de escribir un diario le ayuda a uno a conocer una parte de sí mismo, no todo, digamos un 50%.

Ese comentario me sorprendió y le pedí que me explicara.

- Sabes papi, es que hay una parte de uno mismo de la que uno no se da cuenta. A veces, los otros le dicen a uno cosas de uno mismo que a uno no le parecen verdad y es porque ellos ven cosas de uno que uno no ve.

En ese momento, comprendí que la dirección más fructífera de la conversación tenía que ver más con lo que uno no ve de si mismo que con lo que uno reconoce fácilmente y, bueno, ¡fue una delicia de conversación!

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