martes, 14 de junio de 2011

La asamblea en la carpintería

(Material de estudio Cocrear)

Cuentan que en una carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión
de herramientas para arreglar diferencias. El martillo ejercía la presidencia pero la
asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y
además se pasaba todo el tiempo golpeando. El martillo aceptó su culpa, pero pidió que
también fuera expulsado el tornillo, dijo que había que darle muchas vueltas para que
sirviera de algo. Ante el ataque el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión
de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los
demás.

Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que siempre
se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera perfecto. En eso
entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo.

Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tomillo. Finalmente, la tosca madera inicial se
convirtió en un lindo juego de ajedrez. Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la
asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y
dijo: "Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja
con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en
nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos". La
asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tomillo unía y daba fuerza, la lija
era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto.
Se sintieron entonces un equipo capaz de producir y hacer cosas de calidad. Se sintieron
orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos".

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