martes, 14 de mayo de 2013

El punto ciego de la meritocracia


Cuidado: Meritocracia.

Juan José Lopera, MD, PNL Máster, Coach.

Recuerdo cuando en mi año rural, en Nabusímake, gracias a los resultados obtenidos por mi gestión y compromiso, de la jefatura regional me propusieron ascender al cargo de Director de Asuntos Indígenas del Servicio de Salud del Cesar.  ¡Cuánta ilusión me producía la posibilidad de ampliar el alcance de mis servicios!  Fue verdadera ilusión, sí.  Desafortunadamente en una de sus acepciones más negativas.

Al llegar al servicio de salud, me encontré con una larga fila de funcionarios con diversos grados de parentesco y poca preparación profesional para el ejercicio de sus cargos.  Primos, cuñados, correligionarios políticos, dolientes de deudas políticas y económicas y unos recursos técnicos y presupuestales que brillaban por su ausencia. Muchas propuestas, proyectos, iniciativas de gran impacto, morían en los escritorios de indolentes o ignorantes funcionarios y yo, rápidamente, me daba cuenta de que todo mi entusiasmo había sido fundado en una ilusión. ¿Suena conocida la historia?

Sin embargo, el estado colombiano está cambiando.  Sus instituciones se están modernizando y están apostando decididamente por la calidad y la transparencia, han refinado sus procesos de selección y calificación del desempeño de sus empleados.  En la actualidad, la suficiencia técnica certificada para el ejercicio de un cargo, es factor fundamental para ser contratado y permanecer en una institución.

Sencillamente maravilloso.  Nos encontramos ante la perspectiva de un mundo en apariencia ideal en el que cada empleado tiene las competencias necesarias para realizar su trabajo con excelencia pero, en muchos casos, sencillamente… no lo hace.  ¿Por qué?.

La meritocracia, precisamente por basarse en la competencia, en el logro personal, tiene importantes puntos ciegos, difíciles de identificar, en la loca carrera hacia el triunfo.  Mira tanto hacia adelante que muchas veces es incapaz de mirarse a sí misma.

Es muy frecuente encontrar referencias concretas a la arrogancia y al individualismo que destruyen el clima laboral y la integración y coordinación entre las diferentes áreas y departamentos de una organización. Y es que como se trata de una cultura basada en el logro, individual o del propio equipo, fácilmente tiende a perder de vista al otro o, en muchos casos, a considerarlo como instrumento de los fines personales.  ¿Qué sucedería si el hígado compitiera con el riñón?

En muchas organizaciones orientadas hacia el mérito, son frecuentes las quejas de maltrato sutil o evidente irrespeto, el malestar, la presión por el temor, las competencias desleales, el malestar y la alta rotación de personal con los costos en prestaciones, capacitación, curva de aprendizaje e integración que ello implica.

El logro sin propósito ni visión sistémica claros, produce en las organizaciones el desgaste que en nuestro medio ambiente ha producido una revolución industrial que no considera las necesidades del ecosistema que nos alberga. 

El resultado es motivador esencial.  Pero necesita sensibilizarse humana, social y sistémicamente.  Reconocer y valorar al otro como ser legítimo con quien se comparten necesidades y espacios vitales y, en última instancia, darse cuenta que la personalidad tipo A (la del logro a toda costa), tiene más úlceras, infartos, colesterol alto, índices de ansiedad y crisis de la edad media que quienes reconocen su lugar responsablemente y usan sus talentos para un bien común.

No hay comentarios:

Publicar un comentario