Juan José Lopera, MD. Máster PNL, Coach.
Dentro de la gran constelación de conocimientos,
habilidades, destrezas humanas y técnicas que en la vida laboral son necesarias para alcanzar el éxito, la
pieza fundamental, la competencia clave que articula a las demás y les da el
impulso que requieren para manifestarse y volverse eficaces se llama
responsabilidad.
Hacerse cargo, ser responsable, es una
competencia transversal que mira en todas las direcciones. Surge del centro del ser mismo y nos
convierte en protagonistas de nuestra propia vida, nos torna artífices de
nuestro desarrollo y activos aprendices de nuestros errores y equivocaciones. Y
es que si no nos hacemos cargo de nuestras fallas y carencias, dejamos de
aprender y nuestro desarrollo se detiene.
Quien se hace cargo es proactivo por excelencia
y sabiamente reactivo, decide y actúa asertivamente, sin temor a
equivocarse. Acepta la retroalimentación
y la toma como un espejo en el cual mirarse para aprender de sí mismo y de sus
puntos ciegos, para descubrir sus propias carencias, necesidades y suplirlas a
través del aprendizaje y el entrenamiento complementario.
Al interior de los equipos de trabajo, asumir
las responsabilidades propias inspira confianza, genera sensación de equidad,
eleva el nivel de motivación y compromiso y permite el contexto de solidaridad
y aprendizaje compartido que garantiza que el equipo crezca en habilidades y en
logros. No hacerse cargo, por el
contrario, produce toda clase de resentimientos, bloquea la comunicación,
destruye la capacidad de co-construcción y drena recursos insensiblemente.
Mil excusas no lavan un plato solía decir mi
abuela. En Barcelona, hace 2 años, un
día fui a subirme al carro en el parqueadero de un centro comercial y encontré
una nota en el parabrisas. Mi
nombre es NN y mi teléfono XX –decía-, he rayado su carro al
girar. Mi compañía de seguros ya está
informada, llámeme por favor para hacerme cargo de los gastos. Quien
escribió esa nota era un alto ejecutivo de multinacional que había llegado a la
dirección regional, luego lo supe, porque era profundamente responsable. Eso es hacerse cargo: Yo tuve una
equivocación, lo asumo, y es allí en donde la responsabilidad, como competencia
trasciende y se convierte en valor.
A mi regreso a Colombia me encuentro un país
sumido en una cultura de la excusa, de la justificación, de la culpabilización y
la evitación sistemática de la propia responsabilidad. La encuentro en las
calles, en los supermercados y en los esfuerzos casi vanos de los gerentes y
líderes que atiendo. Encuentro esa cultura en muchas de las facetas de la tan
mencionada corrupción que al menos como tema de conversación de sobremesa, a
todos nos preocupa pero poco nos implica porque siempre es más fácil señalar
que asumir.
Nadie nace aprendido, todos cometemos
errores, todos podemos aprender. Hacerse
cargo es trascender la culpa y asumir el propio crecimiento. Hacerse cargo es reconocerse partícipe de una
sociedad, de una empresa, de una familia, de un ecosistema en interdependencia
constante.
Aquello que realmente hará posible el salto
cualitativo que todos esperamos en medio de la conjunción maravillosa de
talentos y pasiones que como colombianos nos caracteriza, es que nos volvamos
responsables, profundamente responsables y cuidadosos. El país lo espera y lo necesita, el planeta,
la sociedad globalizada del siglo XXI y nuestra supervivencia, eventualmente,
también.