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Juan José Lopera
MD, Coach, Máster PNL.
Hace poco, en medio de una intensa y comprometida sesión de
coaching ejecutivo, uno de mis clientes me decía algo muy poderoso: Juan José, en los momentos difíciles, la
pasión no es suficiente, si no está sostenida por un claro sentido de utilidad
profunda, de misión y propósito, la pasión se quiebra ante los fracasos.
Profundas palabras.
La pasión tiene un claro componente emocional. Es equivalente a motivación, ganas, gusto,
interés, inclinación, y desde allí tiene connotaciones emocionales, poderosas.
Muy cierto pero, la naturaleza emocional es de por sí inestable, caprichosa,
enfocada en las propias necesidades y en lo inmediato… No es un azar que en
muchas culturas, los aspectos emocionales del ser humano se asocien a las
aguas, al océano, fluctuantes, intrínsecamente impredecibles. Esas aguas deben fluir por cauces adecuados

La pasión no es suficiente.
La motivación sola no se sostiene.
El sentido de propósito, de misión y eventualmente la visión como logro
y dirección, son el cauce mental y la mirada de largo alcance que conducen esas
aguas al océano del resultado, que nos recuerdan, en los momentos de
desmotivación y desinterés, para qué será útil la perseverancia, el esfuerzo, el
tiempo y la energía invertidas en su proyecto.
Es por eso que, al igual que en los procesos de construcción
de identidad corporativa y consolidación de cultura a nivel de las
organizaciones, a nivel personal, es fundamental reconocer qué es aquello que
en el fondo da sentido a nuestras vidas, a nuestro trabajo, lo que constituye nuestra
razón de ser y estar en el mundo.
Cuando conocemos nuestros talentos como indicadores de un
campo de acción en el que podemos dar lo mejor de nosotros mismos y ser
excelentes, cuando conocemos nuestros motivadores esenciales (qué nos importa,
qué nos gusta, qué nos atrae, con qué soñamos) y los reconocemos como
impulsores y creadores de bienestar y satisfacción en desarrollo de nuestro
proyecto de vida y cuando tenemos claro el propósito de lo que hacemos y para
qué lo hacemos, sabremos hacia dónde vamos, con qué herramientas contamos y
descubriremos cómo, a través de nuestras actividades cotidianas, personales y
laborales, iremos construyendo de manera sólida y sostenible una obra de arte:
Nuestra propia vida, coherente y poderosa.
El proyecto de vida es un vector de fuerzas que nace del
encuentro de dirección que marcan los talentos, la pasión y la misión. De la claridad que tengamos en cada uno de
estos tres aspectos, dependen su poder y sus alcances.