¿Cuál es
la gota que derrama el vaso? Suelo preguntar en mis talleres empresariales y de
desarrollo humano. ¿Qué respondería
Usted?... Siempre, hasta ahora, siempre,
he escuchado la misma respuesta: La
última gota es la que derrama el vaso.
En un
mundo movido por los resultados, enfocado inmisericordemente en el logro
individual, que olvida que los procesos son imprescindibles, que valora lo
visible y espectacular y desdeña lo sencillo y funcional, es fácil pensarlo.
¿Qué
sería de la última gota sin las anteriores? ¿Derramaría el vaso si no tuviera
para apoyarse, la miríada de gotas que la precedieron? Todas las gotas derraman
el vaso. Todas fueron necesarias para
alcanzar el nivel que permitió a la última desbordar el continente. Es igual en la vida laboral, en la privada,
en nuestras interacciones con un mundo cuyos recursos y límites de respuesta se
agotan con cada acto nuestro, con cada gota…
En mis
talleres encuentro frecuentemente a personas desmotivadas, con una sensación de
frustración profunda, de sinsentido y futilidad. Sienten que su labor es insignificante, que no
cuenta… Que sus pequeñas acciones no tienen impacto real en la organización en
la que trabajan, en el ecosistema que habitan… Carecen de reconocimiento y por
lo tanto, se sienten invisibles, prescindibles, de poca o relativa utilidad.
Aquí
surgen varios puntos importantes. En
primer lugar, el de la utilidad personal.
Para todos los seres humanos es fundamental sentirnos útiles. En eso fundamentamos gran parte de nuestro
propio valor y autoestima consciente o inconscientemente. Es por ello que una de las tareas más
importantes de educadores, líderes, gerentes y jefes de equipo, es la de ayudar
a cada una de las personas a su cargo, a reconocer su utilidad dentro del
sistema y, eventualmente, a desarrollar talentos para mejorar las oportunidades
para ejercitarla.
Por otro
lado, puede ser que tengamos la suerte de contar con alguien que nos reconoce y
alienta. Si no es así, ¿qué podemos
hacer? Pues, es justo en nuestras
conversaciones con nosotros mismos en las que desarrollamos la capacidad de
auto motivarnos y gestionar nuestros talentos.
Comencemos por aprender a ver la cadena de consecuencias de nuestros
actos y actitudes. Las positivas y las
negativas. Notemos cómo, sin importar lo
que hagamos, cada acción es una gota que va llenando el vaso del sistema y
contribuye al logro colectivo o,… a la debacle.
Todo
cuenta. Por insignificante que parezca,
tu acción construye. Eso significa
empoderarte, hacerte cargo, saberte poderoso.
Darte cuenta de que tienes la capacidad de marcar la diferencia
comenzando por ti mism@, por tu inmediato campo de influencia. De esta forma, surge una actitud de profunda
responsabilidad, ética, comprometida, en la cual de manera automática, la
misión de vida, la realización personal, va revelándose a cada paso, en cada
escenario que toquemos y generando una pasión profunda por hacerlo bien.
Somos
activos constructores de nuestras organizaciones, de nuestras familias, de
nuestra sociedad, de nuestro planeta.
Todo cuenta. No importa si tu
gota cae al final o al principio del proceso.
Si es visible o discreta. Tu gota
cuenta! Cuenta el acto, la intención y la actitud porque una sonrisa solidaria,
puede transformar el día de quien menos lo esperas y desencadenar maravillosas
consecuencias!.