lunes, 23 de septiembre de 2013

Todo cuenta.


Todo cuenta.

¿Cuál es la gota que derrama el vaso? Suelo preguntar en mis talleres empresariales y de desarrollo humano.  ¿Qué respondería Usted?... Siempre, hasta ahora, siempre, he escuchado la misma respuesta:  La última gota es la que derrama el vaso.

En un mundo movido por los resultados, enfocado inmisericordemente en el logro individual, que olvida que los procesos son imprescindibles, que valora lo visible y espectacular y desdeña lo sencillo y funcional, es fácil pensarlo.

¿Qué sería de la última gota sin las anteriores? ¿Derramaría el vaso si no tuviera para apoyarse, la miríada de gotas que la precedieron? Todas las gotas derraman el vaso.  Todas fueron necesarias para alcanzar el nivel que permitió a la última desbordar el continente.  Es igual en la vida laboral, en la privada, en nuestras interacciones con un mundo cuyos recursos y límites de respuesta se agotan con cada acto nuestro, con cada gota…

En mis talleres encuentro frecuentemente a personas desmotivadas, con una sensación de frustración profunda, de sinsentido y futilidad.  Sienten que su labor es insignificante, que no cuenta… Que sus pequeñas acciones no tienen impacto real en la organización en la que trabajan, en el ecosistema que habitan… Carecen de reconocimiento y por lo tanto, se sienten invisibles, prescindibles, de poca o relativa utilidad.

Aquí surgen varios puntos importantes.  En primer lugar, el de la utilidad personal.  Para todos los seres humanos es fundamental sentirnos útiles.  En eso fundamentamos gran parte de nuestro propio valor y autoestima consciente o inconscientemente.  Es por ello que una de las tareas más importantes de educadores, líderes, gerentes y jefes de equipo, es la de ayudar a cada una de las personas a su cargo, a reconocer su utilidad dentro del sistema y, eventualmente, a desarrollar talentos para mejorar las oportunidades para ejercitarla.

Por otro lado, puede ser que tengamos la suerte de contar con alguien que nos reconoce y alienta.  Si no es así, ¿qué podemos hacer?  Pues, es justo en nuestras conversaciones con nosotros mismos en las que desarrollamos la capacidad de auto motivarnos y gestionar nuestros talentos.  Comencemos por aprender a ver la cadena de consecuencias de nuestros actos y actitudes.  Las positivas y las negativas.  Notemos cómo, sin importar lo que hagamos, cada acción es una gota que va llenando el vaso del sistema y contribuye al logro colectivo o,… a la debacle.

Todo cuenta.  Por insignificante que parezca, tu acción construye.  Eso significa empoderarte, hacerte cargo, saberte poderoso.  Darte cuenta de que tienes la capacidad de marcar la diferencia comenzando por ti mism@, por tu inmediato campo de influencia.  De esta forma, surge una actitud de profunda responsabilidad, ética, comprometida, en la cual de manera automática, la misión de vida, la realización personal, va revelándose a cada paso, en cada escenario que toquemos y generando una pasión profunda por hacerlo bien. 

Somos activos constructores de nuestras organizaciones, de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro planeta.  Todo cuenta.  No importa si tu gota cae al final o al principio del proceso.  Si es visible o discreta.  Tu gota cuenta! Cuenta el acto, la intención y la actitud porque una sonrisa solidaria, puede transformar el día de quien menos lo esperas y desencadenar maravillosas consecuencias!.